Las sirenas nacen mudas.
Son seres que
roban las voces más bonitas, las guardan en colgantes de cristal y regresan al
mar. Todo humano que se quede mudo es porque en su día se cruzó con una sirena.
Eso fue lo que le pasó a Lola Angeline Narker, se encontró conmigo.
Su voz era suave y extremadamente dulce. No
sabía grandes cosas de ella. Estudiaba en el Lumbert College, tocaba el violín
y le encantaban las fresas con azúcar. Su color favorito era el rojo,
seguramente por los espesos rizos de ese color que le colgaban por la espalda.
No tenía madre.
-¡Clod! –llamé en un susurro a mi mejor
amiga, una sirena de pelo rubio recogido en una coleta.
Ella levantó la cabeza y desvió la mirada
hacia donde yo le señalaba, la puerta de atrás de lo que al parecer era un club
de lectura.
-¿Esa es la humana de la voz bonita?
–preguntó con ojo crítico, haciendo un gesto con la cabeza a la figura
pelirroja que se había detenido en la puerta.
-Sí –respondí-. Lola.
Clod hizo una mueca.
-¿Para qué quieres su voz? –volvió a
intentar detenerme-. Sabes que te seguiría al fin del mundo, pero cometer un
crimen así…
Porque Lola no lo sabía ni nunca lo haría,
pero lo que íbamos hacer era un crimen. Un horrible sacrilegio contra un código
secreto entre sirenas. “No robes, no
llores, pero sobretodo, no llores mientras robas tu primera voz. Los humanos no
la necesitan y no les importa, porque nunca la valorarán y ese llanto tuyo será
malgastado. Pero derrama lágrimas si vuelves a apropiarte de otra voz humana,
porque ni el cielo ni la tierra ni nuestros queridos océanos te salvarán del
castigo y tu castigo, la ambición, te perseguirá eternamente. Y eternamente
llorarás”.
Yo
iba a robar mi segunda voz. No me importaba el castigo que vaticinaba ni el
lamento eterno. Me lo había repetido mil veces, lo mío no era ambición.
-Se la tenemos que llevar a Tirie.
Mi amiga se encogió de hombros.
-No me parece bien que tengamos que romper
las reglas por una niña malcriada que no le apetece salir del mar… -murmuró
antes de encontrarse con mi miraba furibunda.
-Sabes porqué Tirie no va a salir del fondo
del océano. No puede salir, y nunca podrá.
Clod tragó saliva a recordarlo y miró a la
humana con cierta pena.
-Vamos a hacerle una faena. ¿No me dijiste
que le gustaba recitar poesía?
Volví a mirar hacia el club de lectura,
escondido en aquel oscuro callejón.
-Pero esto es muy importante –susurré con
voz convencida de tantas veces que me lo había repetido en mi cabeza-. Tirie la
necesita.
Me levanté de entre las cajas y avancé
hacia Lola con las manos en alto. No quería asustarla. Al oír a alguien tras
ella, se giró hacia mí con los ojos llenos de curiosidad, pero al verme, dio un
salto hacia atrás.
-Lola, no te asustes –le pedí con una
sonrisa.
Pero, sin duda, tenía motivos para
asustarse. La imagen de dos bellas jóvenes que sabían su nombre y pedían con
sus voces suaves que no tuviera miedo no era algo que le pasara todos los días.
O, por le menos, no cuando esas bellas jóvenes tenían una apariencia tan
peculiar. Clod y yo éramos dos chicas altas, delgadas y tan pálidas como
sábanas. Con largas piernas marfileñas, hipnóticos ojos color mar en tormenta y
uñas plateadas que recordaban a los reflejos del océano. Ambas con una belleza
turbadora y mística, perfecta y letal al mismo tiempo. La bella rubia, con el
pelo recogido en una coleta perfecta y una sonrisa impecable y su misteriosa
amiga, con una melena demasiado larga para ser humana y, lo más impactante, del
azul cielo despejado.
Sentir a Clod junto a mí era una sensación
reconfortable y familiar que me ayudó a ensanchar mi sonrisa y adelantar un
paso hacia la asustada Lola. Ella se alejó de un saltó, tocando ligeramente la
pared del callejón con la espalda.
-Me llamo Dana y esta es mi amiga Clod.
-Buenas noches, Lola –oí como la saludaba,
adoptando una postura serena y desenfadada.
Lola dio un respingón al oírla hablar y
Clod dejó escapar una suave y encantadora carcajada.
-Lola, no queremos hacerte daño –mintió,
suavizando el rostro-. Sólo queremos que hagas una cosa por nosotras. Un
pequeño favor.
Ella lanzó un débil gemido y nos lanzó una
mirada temerosa.
-¿Qué queréis de mí? –logró decir, con
aquella hermosa voz cargada de desesperación.
Los ojos azules de Clod, terribles y
calculadores, se volvieron hacia mí.
-No está mal –admitió-. Tiene un buen
timbre. Una dulzura casi palpable. -Miró de nuevo a Lola-. Completamente
encantadora.
Avanzó con rapidez hacia ella, hasta tener
su cara de porcelana, sus ojos negros y sus tirabuzones rojizos al alcance de
su mano. Lola lanzó un chillido, y se estrujó contra la pared. El libro de
poesía que sujetaba en la mano cayó al sucio pavimento. La Clod dulce y
comprensiva volvió a salir a la luz y con su mano rápida, acarició la mejilla
de Lola con delicadeza, apenas rozándola.
-No, Lola. No –canturreó como si intentará
dormirla con una nana-. No te va a pasar nada. No queremos hacerte daño.
Le dirigió una radiante sonrisa, pero a lo
mejor la deslumbrante blancura de sus dientes asustara más a Lola. Suspiré.
Clod mentía. Sí le iba a pasar algo. Sí le íbamos a hacer daño. Me situé junto
a ellas en un pestañeo. Lola me miró a mí y luego a mi amiga y ésta dejó caer
la mano. Y luego…, nada.
Cuando Lola se despertara poco después
tirada en el callejón, no se acordaría de la visita de las dos doncellas de
blanco, simplemente el recuerdo borroso de una tarde que iba a ir al club de
lectura y perdió la voz tras un golpe en la cabeza. Lola Angeline Narker no
volvería a recitar nunca más.
Las damas de agua, Clod y yo, sabemos el
resto de la historia, un recuerdo que durante el resto de su corta vida, la
humana de tirabuzones rojos intentaría recordar pero se escaparía de sus largos
dedos, porque no se puede atrapar a un sueño. Aquella historia, pequeña, oscura
y preciada, fue escondida en el interior de un colgante de plata que una de las
dos llevaba al cuello. Y en mi cuello, la voz de Lola, atrapada en ese trozo de
cristal, hablaba y reía en silencio. De vez en cuando, la oía recitar poesía,
pero nunca escuché con atención.
Cada voz, igual que tiene sonido, tiene
color. La dulce voz de Lola era del color de una aguamarina. Me hizo gracia ese
insignificante detalle, quizá porque me recordaba a mis propios cabellos. Quizá
porque era del color exacto a los que un día había pertenecido a mi hermana
Tirie. Pero ahora, sus cabellos habían palidecido, convirtiéndose en el blanco
más puro. Para los humanos, era el color de la nieve, algo que nosotras nunca
seríamos capaces de contemplar. Para las sirenas, aquel blanco benigno era
muerte y enfermedad. Y por esa enfermedad, Tirie se moría.
La historia de la humana de tirabuzones
rojos, la voz de Lola, se quedó atrapada en mi medallón de plata. No salió de
ahí y nunca llegó a mi hermana. Cuando llegamos a la playa, cuando nos
zambullimos en las aguas saladas y nuestras piernas se transformaron en largas
colas de pez, cuando nadamos casi con desesperación para alcanzar el refugio de
Tirie, ella ya no estaba.
Me acuerdo que cuando leí el borrador de este texto me volví loca. Es tan misterioso!! Lo que más me gusta es la primera frase “Las sirenas nacen mudas" porque es la que te engancha con su intriga!!! Me encanta y me alegro de que lo hayas puesto en tu blog!!
ResponderEliminarQue sepas que espero la continuación <3!
No creo que haya continuación, hermanita, pero gracias por la opinión!! Me encanta que te "vuelvas loca" jajaja, intentaba darle ese aire de intriga, así que gracias gracias:)
Eliminartia teresa.escribes.genial! es.increible lo aue.se puede hacer.conun determinado uso de las palabras y por supuesto mucha imaginacion!tu tienes un don!.y creo que utilizas tus.historias.para expresar.lo que sientes: quedarse muda por.dentro y no poder expresar tus problemas a los demas.enserio,no cambies nunca:D suerte con el examen de historia mañna!
ResponderEliminar...¡Gracias, anónimo! Me derrito con tu comentario te voy a dedicar un tweet!! (sí, estoy muy viciada a Twitter). Por cierto, se suele poner el nombre en el comentario para que sepa quien eres;) Aunque por los puntos detrás de cada palabra, supondré que eres patt desde tu móvil!! <3 acierto?
EliminarDe verdad. ¿Quién ha hecho este comentario? Me estoy volviendo locaa!!!!
EliminarYo soy lunarïe, pero al igual que las sirenas (o acuarïes); me has dejado muda. Es maravilloso el relato y espero muchos más como este, escitora. :)
ResponderEliminar¡Ups, perdón! Es 'escritora'... Qué mal suena 'escitora' ¬¬ (no pienses mal de mí, por favor)
EliminarSí, ya me fije... Y no pienso mal, créeme, no soy lunarïe;P
EliminarMe a gustado mucho el relato, muy original. Me encanta. Yo cambiaria algunas expresiones y algunos detalles que hacen del texto una historia mas infantil o juvenil. Bueno...ya sabes que me gustan las cosas revuscadas hahahaha. Y aunque hay cosas que cambiaria...realmente me a encantado. De verdad, escribes muy bien y tus historias tienen esa dosis de imaginacion que engancha a todo el mundo. No se quien te ha dicho que no cambies nunca pero no le hagas caso....cambie por el cambio es bueno, porque eso es vivir y madurar y siempre podemos cambiar a mejor. Un besito de limon;b
ResponderEliminarGracias, MissLu!! Espero que a cierta acuarïe que tú y yo conocemos le guste tanto como a ti... Gracias a ti también, Coecus, por las críticas constructivas!! Y al pobre anónimo que sé que el "no cambies nunca" lo decía en el mejor de los sentidos...;)
ResponderEliminar"Es sensacional. Estoy admirado de la fantasía que te envuelve. Al leer tu blog me parece que estoy flotando y lo encuentro bien construido.Tanta fantasía me sorprende". De parte de mi abuelo. Sí. Sigo llorando de la emoción :_)
ResponderEliminarPues si... A esta acuarïe de aquí le ha encantado *-*
ResponderEliminarEstá muy bien redactado.. "Las sirenas nacen mudas" Uau... Nunca hubiera imaginado que sus voces pertenecían a chicas nemhiries... Me encanta! Me encanta! ;)
Me alegro que te guste, sirenita!!;)
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