-Mi vida está ahora aquí.
Se me encogió el corazón y no pude evitar esbozar una sonrisa. Su vida estaba aquí ahora. Era sin duda lo más bonito que le había oído decir, excepto quizá mi nombre de sus labios. Su vida estaba aquí ahora. Significaba que se quedaba conmigo, puede que no para siempre, pero sí por ahora. Su vida estaba aquí ahora.
-Conmigo -dije, sin poder refrenar mi lengua. Tampoco quería-. Quiero decir... Que espero que esa vida de la que hablas me incluya de alguna forma.
-Sí, contigo.
Me miró durante un instante y luego acercó su rostro hacia mí hasta que sus labios encontraron mi boca entreabierta. El corazón me dio un vuelco. Pensé que sería de la misma forma que la última vez. No lo era, porque aquello era un beso robado, uno de esos que supuestamente no me gustaban. Era tan dulce que casi parecía irreal. Dejé caer los párpados y sentí de nuevo el aleteo errático de mi corazón, a punto de estallar en mi pecho.
Pasó el tiempo, corriendo y pausado a la vez. Pasaban horas, días, años. Pasaban segundos. No podía decirlo en ese instante con exactitud, y entre sus brazos nunca podría.
23 enero, 2014
06 enero, 2014
Profundizando en la música
Vamos a empezar el año con algo de música. ¡Feliz año a todos!
Con cada nota, los sentimientos hacia su patria se incrementaban. Había mucho amor dirigido a gente que yo nunca conocería. Familiares tan distintos entre sí que jamás se comprenderían. Mascotas suaves y cariñosas. Amores de instituto que se quedaron atrás. No era un canto a alguien, era a todo su mundo en sí, un mundo de sensaciones dentro de sensaciones. Un sol muy brillante, una lluvia muy mojada y una risa muy cantarina. No era un epíteto. Era una nueva cualidad asombraste que había adquirido cada palabra.
Cuando acabó y pregunto por mi opinión, no contesté. No podía, atravesada como estaba por el sentimiento de conocer, y a la vez no conocer, un mundo que él me había transmitido. Notaba todo su dolor, toda su pérdida, todo su amor, su esperanza y su añoranza. Sólo quería devolverle esa felicidad... Y, aunque me costaba admitirlo, estaba un poco celosa porque sólo se la pudiera dar su mundo y no yo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)