Han pasado doce días, trece horas y cuarenta y dos segundos desde que Colín desapareció. Lo más extraño es que no siento nada. No hay odio hacia los humanos. Nada. He conocido a varios en mi vida..., y no me ha parecido que fueran tan malvados. Por supuesto, mis padres no piensan igual.
No sé que hacer. Estoy perdida. Quiero morirme.
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Mi querido Diario:
Papá sale con soldados especializados en búsqueda y rescate cada día, vuelve a la madrugada para echarse un siesta de dos horas en su despacho y se vuelve a ir. Si lo viese Colín no lo reconocería. Parece más irascible y cansado. Casi no se pude hablar con él. Coge toda su pena y la convierte en ira. La ira que le da fuerzas para levantarse cada día, ir al bosque y ver si mata a algún humano. Tendrán que tener cuidado.
No sé que hacer. Estoy perdida. Quiero morirme.
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Mi querido Diario.
Creo que mamá está mejor. No, es mentira. Me pide que salga de casa, que haga algo. Después de los primeros días de vomitos y lloreras descontroladas, de no ver a nadie ni estar presentable, de estar todo el rato en la cama y de ni siquiera peinarse, parece que ha cambiado su forma de ver la vida. Se peina, se arregla y no para de hacer cosas. Al final, los anti-depresivos sí sirvieron para algo. No para de hacer cosas dentro de casa, limpiar y cocinar, algo que detestaba hacer. Es su método para tener la mente ocupada y que no le de un bajón. En los últimos días, ha salido de casa. Queda con sus amigas y sale para comprar cosas inútiles que le hagan sentir bien. Se ha propuesto cambia de arriba a abajo la casa. Lo noto. Aun así, por las noches la oigo llorar.
No sé que hacer. Estoy perdida. Quiero morirme..
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Mi Querido Diario:
Nadie ha vuelto a entrar en la habitación de Colín. Es una puerta maldita al final del pasillo. Yo no pienso romper esa tradición. No quiero tocar sus cosas, oler su aroma y verla sentada en la silla poniedose unos calcetines. Toda su habitación es infantil y femenina, de colores inspirados en blanco y rosa. No voy a poder entrar. Es imposible. No puedo. La echo de menos.
No sé que hacer. Estoy perdida. Quiero morirme.
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Mi querido diario:
Ya ha pasado otra semana. No quiero salir de casa. Todavía no he ido a la universidad desde que la raptaron. Algunos compañeros han venido a verme. Solo los he visto por educación. Ni siquiera tengo fuerzas para salir de la cama. Menos mal que tengo a Ingrid. Viene siempre que puede. Nos tumbamos con una manta en el sofá y vemos una peli. El médico me ha recetado los anti-depresivos de mi madre. Dice que en unos días estaré mejor. También unas pastillas para dormir y unas ampollas para que me habrán el apetito. Al parecer, he adelgazado.
No sé que hacer. Estoy perdida. Quiero morirme.
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Mi querido Diario:
Hoy no tengo fuerzas para escribir. Así que acabaré con la pequeña frase que he repetido estos dias al final de cada página:
No sé que hacer. Estoy perdida. Quiero morirme.
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